martes, 6 de mayo de 2008

Reencuentro


Se van retirando los comensales. Me quedo a solas con PU. Ya no siento temor. Es otro juego de poder.
—Te noto diferente y no sé en qué.
—Las experiencias te hacen cambiar.
—Cuantas veces te tengo que decir que ella no significo…
—No me refiero a tus experiencias, sino a las mías.
—Me vas a contar que ese mecánico bruto y tosco modificó tu sentimiento por mí.
—… No sólo él…
—Vamos, delfincita, nadie te ama como yo.
—Eso es verdad… Depende como lo mires.
— ¿Quién te ha tratado como a una reina?
—Nadie, en eso tienes absoluta razón.
—Entonces, ¿por qué te escapaste de mí con seres totalmente desconocidos?
—Necesitaba respirar mi propio O, que algo dependiera de mí, todo era nosotros, tú, nosotros. Sí, era tratada como a una reina… prisionera de ti y asfixiada por tu entorno…
—Pero, todo lo hice pensando en ti.
—Quizás nunca te haya pedido tanto.
—Me dejas aturdido. Suponía que tenías un ataque de celos. Este asunto es vituperable.
—Como has dispuesto venir hasta mi lugar de trabajo a averiguarlo... Lo sabrás, pero tenemos mucho tiempo por delante. Encaminémonos despacio.
Di medio giro sobre mi misma y salí hacia el nivel de los espacios de relax. Estaba un poco mareada. Las piernas me temblaban una décima. No había superado mi sometimiento para con él. La distancia física sólo me había hecho creer en quimeras. Continuaba bajo sus redes emocionales como los atunes atrapados en la almadraba en medio del mar.
Se abre el panel de ingreso del primer camarote enfrente del de la Científica K3. Escucho sollozar.
—No tenía derecho a tratarme así, Capi. Lo detesto.
—Pero C50, ¿qué te ha lastimado tanto?
—Capi, no comprendes porque no sientes diferente a tu forma biológica.
— ¿Puedo sincerarme contigo?
— Prefiero que no, Capi, no te ofendas…, pero a veces la confianza da asco.
—Tienes razón.
—Sólo soy el cocinero de a bordo, tu más ferviente admirador homosexual.

No hay comentarios: